Abre las puertas de su casa en el barrio San José. Una mesita en la vereda invita a conocer libros de otras épocas y objetos diversos. El sueño del centro cultural propio y los muchos intereses de su dueño, Sergio Italo Agliano.
En carne propia prueba que una persona puede, al mismo tiempo, ser muchas cosas. Sergio Ítalo Agliano (59) lleva esa bandera. Deshizo aquel mandato “con el arte vas a morirte de hambre” que le señalaron en la adolescencia y se dejó llevar por aquello que amaba: los libros viejos.
No sabe muy bien cómo ni cuándo -cerca de diez años, cree- convirtió la vereda de su casa, en Jujuy 4015, en la Feria Relámpago. Los alrededor de diez mil libros usados que tiene están a disposición de quienes quieran revisar las cajas. Novelas, poesía, autoayuda, historia, arte, religión, entre otros géneros, llenan la feria que abre aún en las tardes destempladas de otoño.
Le suma revistas, discos de vinilo, cds, cuadros de amigos, objetos intervenidos y obras de arte de su autoría. Todo está a la venta en la vereda, menos la mesita y las sillas coquetas en las que invita un café y se dispone a charlar. Porque la feria es también una invitación para que suceda el encuentro cara a cara.
“En un momento empecé a salir a la vereda, no me preguntes por qué, no fue premeditado”
Y es un paso obligado para los personajes del barrio. Como el vendedor de huevos a domicilio, que fue quiosquero de diarios y con quien charla largo y tendido. O la vecina, la primera que le compró un libro de la feria. Muchos curiosos paran a ver de qué se trata tanto despliegue en pocos metros. Algunos creen que es una “compra venta”. Pero es otra cosa.
“Siempre tuve libros, no es que compraba para vender, ni se me había ocurrido vender libros, voy a un quiosco de diarios y compro libros y revistas y cosas viejas. Es un vicio comprar libros y en un momento empecé a salir a la vereda, no me preguntes por qué, no fue premeditado“, rememora en una entrevista con LA CAPITAL.
“Tuve antigüedades -repasa-. Empecé a recibir obra de gente amiga, pinturas, fotos, hace tres años, creo, tuve la idea de decorar la fachada” del chalecito. Sobrevuela el espíritu colorido del pintor austríaco Friedensreich Hundertwasser en su obra pictórica y en el frente de su casa.
“En la Malharro hicimos exposiciones, recitales, muestras y siempre estuvo la fantasía de un centro cultural -sigue-. Empecé a vender un cuadro, un libro, en un momento sacaba más cosas, antigüedades, revistas, como trabajé en casas de fotografía tenía cámaras, equipos, coleccionaba cámaras antiguas y empecé a vender eso. Mientras tanto trabajaba de otras cosas, pero ahora que mis hijos volaron, si me muero de hambre, me muero de hambre con esto”.
Su bandera artística se despliega hacia otras áreas: la pintura que aprendió a domar en talleres y en la misma Escuela de Artes Visuales Martín Malharro. Los collages y los fanzines son otras de sus pasiones, igual que su faceta de poeta y de editor de revistas.
Agliano tiene cinco libros de poesía: “Sobrevivir con canciones” (2014), “La felicidad nunca me deja dormir (2015), “Cierto paisaje de mí” (2018), “El desierto de los escribas” (2019) y “Para esta sed” (2022).
“Escribo poesía de puro holgazán, porque podés escribir algo en pocas líneas, meterse con la novela o con el cuento es más complejo”, se sincera y cuenta que también escribe canciones. Además, fue el espíritu autogestivo el que lo llevó a ser uno de los impulsores de la Feria del Libro Independiente (FLIA) junto a otros escritores y otras escritoras marplatenses.
Le gusta “feriar”, un ámbito en el que puede encontrarse con gente que tiene sus mismas búsquedas. “Soy un trabajador en arte, me parece menos pretensioso que artista. Siempre pinté, hice collage, siempre escribí y me queda cómodo ese término”, expresa.
ADP (Ataque de Pironcha) es el fanzine en el que vuelca sus pensamientos, entrevistas, collages y da vida a su espíritu de editor. Tiene la impronta del papel, tal como la revista cultural que hizo hace algunos años, “El estado de las cosas”. Entre una cosa y otra, se expresó en el blog personal “Relámpago sobre el agua”.
Inquieto, llegó a gestar recitales y encuentros en el living de su casa. “Cuando veo la posibilidad de hacer algo me mando”, asegura y cuenta que también le interesa colaborar con la organización de los festivales “Una puerta a la libertad”, que organiza el Hospital Borda en esta ciudad.
“Cualquiera que se mete un ratito con el arte… no digo que tenés que ser loco para ser artista ni tampoco que el arte cura la locura, a alguien le puede servir como terapia pintar, para mí es un trabajo. Ni todo lo que hacemos es arte, alguien puede ver un cuadro y no ver nada, qué sé yo, pero creo que la locura es un ítem en común”, explica.
Y es un miedo, dice. “Cuando trabajás en arte, estás metiéndote en algo que no sabés, no sé cuántas madrugadas estuve despierto pintando algo abstracto, ¿para qué? Cuando lo pintás no pensás que lo vas a vender, cuando escribís lo mismo”.